Hoy me he puesto a pensar en mis abuelos, los que están y los que ya se marcharon. A veces he notado que dos
personas con la misma edad, pueden ser muy distintas.
La
edad, claro está, envejece y proporciona la sabiduría de las experiencias, pero
esa misma edad, se manifiesta de manera diferente en cada persona. Hay ancianos
joviales y hay ancianos que ya no tienen ilusión por nada.
Con
respecto al primer tipo, he tenido la suerte de que uno de mis abuelos es
bastante jovial y animado. Es un gusto verle reírse y mostrarse animado con
respecto a su vida actual.
También
recuerdo a una de mis abuelas, ya fallecida no hace demasiado tiempo. Prácticamente
crecí pegado a ella. Junto a los padres, son las personas que más amor nos dan
desde pequeños. Siempre tienen un beso que darte, una enseñanza que mostrarte y
un regalo que darte, sobre todo cuando eres niño.
Como digo, es un grave error
asociar solamente la vejez o la juventud con la edad. Está claro que existen
jóvenes ancianos que ya no tienen ilusión por nada, y está claro que existen
ancianos jóvenes de los cuales puedes aprender muchísimo.
Como
dice un proverbio chino, empieza uno a envejecer cuando deja de aprender. Es
propio de la naturaleza humana tratar de superarse, de mejorar y de ser feliz.
No importa la edad.
Y
en mi caso, yo puedo decir que he aprendido, (y sigo aprendiendo) grandes cosas, tanto de gente
joven, como especialmente de la gente mayor. Mis abuelos son testigos de ello, ya
que también me han ayudado de alguna forma, a ser como soy ahora.
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