Es curioso como los cambios
se producen en nuestras vidas. Hay cambios provocados y que nos reconfortan, de
otros somos conscientes pero no nos importan. Ocasionalmente algunos aparecen
de improviso, sin esperarlos, y se van sin dejar huella; también hay de los que
nos frustran por ser largamente deseados, pero nunca realizados.
Sin embargo, los que en
realidad nos transforman la vida, es decir los importantes, muchas veces los
dejamos ir, pues la poderosa fuerza de la rutina, de lo repetitivo, de lo
monótono, nos impide ver que la vida y sus cambios están pasando frente a
nosotros y no a través nuestro.
Esa ceguera a los cambios, es como un eterno castigo que nos tiene atados a un andén de una estación, desde la cual nos despedimos una y otra vez de los mismos trenes y de los mismos pasajeros.
Esa ceguera a los cambios, es como un eterno castigo que nos tiene atados a un andén de una estación, desde la cual nos despedimos una y otra vez de los mismos trenes y de los mismos pasajeros.
El miedo a lo desconocido, a
la incertidumbre de la vida y en últimas, al cambio, nos impide tomar esos
trenes a pesar de tener el ticket comprado. La monotonía se ha instalado en
nuestras vidas, el cambio toca a la puerta, pero nos da miedo abrir y
preferimos ver por la mirilla de la puerta, como se alejan una y otra vez los
trenes.
En mi caso, después de mucho tiempo, tal vez años tocando a mi puerta, vi por la mirilla, a uno de tantos trenes que terminan pasando por nuestra vida; y esta vez si decidí coger uno.
En mi caso, después de mucho tiempo, tal vez años tocando a mi puerta, vi por la mirilla, a uno de tantos trenes que terminan pasando por nuestra vida; y esta vez si decidí coger uno.
Una distancia no demasiado
larga, pero sí lo suficiente como para empezar a sentir y experimentar un
cambio largamente necesitado y esperado. Ahora me encuentro en una nueva
parada, esperando un nuevo tren, que me lleve a una nueva fase, a una nueva
estación.
Y la verdad, creo que lo difícil
no es encadenar trenes, ni querer llegar más rápido, no. Lo difícil es
decidirse a empezar a salir de la estación.
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