lunes, 4 de mayo de 2015

Reflexionando sobre los cambios...


Es curioso como los cambios se producen en nuestras vidas. Hay cambios provocados y que nos reconfortan, de otros somos conscientes pero no nos importan. Ocasionalmente algunos aparecen de improviso, sin esperarlos, y se van sin dejar huella; también hay de los que nos frustran por ser largamente deseados, pero nunca realizados.

Sin embargo, los que en realidad nos transforman la vida, es decir los importantes, muchas veces los dejamos ir, pues la poderosa fuerza de la rutina, de lo repetitivo, de lo monótono, nos impide ver que la vida y sus cambios están pasando frente a nosotros y no a través nuestro.

Esa ceguera a los cambios, es como un eterno castigo que nos tiene atados a un andén de una estación, desde la cual nos despedimos una y otra vez de los mismos trenes y de los mismos pasajeros.

El miedo a lo desconocido, a la incertidumbre de la vida y en últimas, al cambio, nos impide tomar esos trenes a pesar de tener el ticket comprado. La monotonía se ha instalado en nuestras vidas, el cambio toca a la puerta, pero nos da miedo abrir y preferimos ver por la mirilla de la puerta, como se alejan una y otra vez los trenes.

En mi caso, después de mucho tiempo, tal vez años tocando a mi puerta, vi por la mirilla, a uno de tantos trenes que terminan pasando por nuestra vida; y esta vez si decidí coger uno.

Una distancia no demasiado larga, pero sí lo suficiente como para empezar a sentir y experimentar un cambio largamente necesitado y esperado. Ahora me encuentro en una nueva parada, esperando un nuevo tren, que me lleve a una nueva fase, a una nueva estación. 


Y la verdad, creo que lo difícil no es encadenar trenes, ni querer llegar más rápido, no. Lo difícil es decidirse a empezar a salir de la estación. 








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